RESEÑA DEL AUTOR : Los nuevos descubrimientos sobre la figura de Felipe II.

 ¿Qué te puede aportar la lectura de mi libro? 
Una investigación al alcance de todos.
Un libro donde los personajes protagonistas hablan a través de los documentos.

RESEÑA DEL AUTOR

La Batalla de San Quintín es uno de los acontecimientos más afamados como victoria militar del siglo XVI. A pesar de su notoriedad, el desconocimiento de la forma en que se desarrolló y planificó la expedición bélica, donde se engloba la mítica batalla, es notable. La contundencia de la victoria del día 10 de agosto de 1557, junto con la propaganda en que derivo este triunfo, condenó a cierto olvido el estudio de esta guerra y sus inmediatas consecuencias. Sin embargo su importancia es transcendental, siendo Felipe II el que planificó y gestionó personalmente aquella guerra. La participación directa en aquel conflicto le convertiría en el último rey que adoptaba el rol de soldado. Una parte de su biografía enormemente desconocida.

El monarca acaparaba de manera plenipotenciaria toda la administración del evento. Una realidad que respondía a cierta inexperiencia, combinada con las grandes dificultades que habría de soportar para financiar su arranque. La escasez de recursos provocó que su utilización fuera examinada a conciencia. El nuevo soberano gestionará cada una de las áreas organizativas y financieras, realizando todo tipo de oficios menores que no eran de su condición. El resultado de este trabajo, se vio cuando consiguió levantar un ejército formado por tropas de seis naciones.

Múltiples razones le motivaron personalmente en esta carga planificadora, con la idea de invadir Francia. El joven monarca estaba comprometido en la obligación de conquistar varias plazas de relieve, que forzarán una paz ventajosa y necesaria con el eterno rival. Debía conseguir cierta estabilidad política que le permitiera reinar y concentrarse en sus obligaciones de gobierno. Felipe, debía con urgencia encargarse de los grandes problemas hacendísticos de Castilla, los dilemas de sucesión en el reino de Inglaterra del que era rey consorte, o abordar la inestabilidad que se respiraba en sus reinos del norte de Europa. La pugna entre las dinastías Valois y Habsburgo había inclinado desde hacía tiempo la balanza hacía Francia, por lo que la respuesta que se preparaba debía ser efectiva y definitiva. A pesar de los esfuerzos, el resultado de la victoria de San Quintín no se supo aprovechar para alcanzar un avance territorial más ambicioso que devolviera el equilibrio entre los dos contendientes. Un  desperdicio de recursos y vidas donde no todo fue negativo. El monarca español consiguió superar su principal e individual objetivo. Este fue el verdadero éxito de San Quintín, muy poco contemplado por la historiografía y enormemente celebrado por el rey, que lo consideró uno de los sucesos más influyentes en su vida. Felipe II encontraría el honor y reputación que demandaba, siendo capaz de capitanear sus propias tropas hacia su primera victoria militar.

Sin duda, una de las principales líneas a reafirmar en esta investigación resultante es la preocupación por potenciar la imagen en todo momento del rey soldado Felipe II, será un objetivo constante del monarca español y el duque de Saboya. Los planes de cada uno para llevar a cabo la potenciación de la figura del soberano eran a veces contrarios a la propia necesidad de una eficiente estrategia militar.
El español y su Consejo de Guerra estuvieron a punto de hacer fracasar la campaña debido a sus caprichosas pretensiones. Afortunadamente el experimentado general en que se había convertido Manuel Filiberto, consiguió sacar adelante este intento de invasión que se quedó en la toma de unas pocas ciudades.

Felipe II era un rey cuyo prestigio hasta entonces estaba denostado por diversos motivos: Las últimas derrotas militares de su ancestro, la falta de contribución de sus súbditos y la poca confianza de sus prestamistas y banqueros. No obstante, la mayor pérdida de credibilidad, para el buen nombre del monarca español, procedía de su hostilidad contra el papa y de su intento de excomunión. Todo dará un vuelco gracias a San Quintín, el joven Austria comenzará a ser valorado como un opositor serio al expansionismo francés, demostrando que era capaz de velar por sus reinos del norte, los cuales opinaban que un rey extranjero nunca los defendería prioritariamente.

Sin desviarnos del tema, la preocupación por adquirir el honor y reputación que necesitaba Felipe II, no puede ser estudiado en base a las tradicionales fuentes que han documentado siempre las hazañas de San Quintín. El nuevo papel del soberano moderno estaba por definir. Gracias a esta expedición militar de 1557, Felipe II se había convertido en un rey de transición en el periodo inicial de su reinado. Adoptaba formas medievalistas que nunca volvería a repetir. Las competencias reales de cómo debía ejecutar en adelante su gobierno y la forma de presentarse ante sus súbditos, todavía no estaban claras y se estaban resolviendo. Cada monarca europeo personalizaba sus funciones en base a la tradición, mientras la nueva manera de ejercer la majestad poco a poco se iría imponiendo. Fue en realidad su sucesor quién  lo cambiaría todo, abandonando la política para ya solo reinar, colocando en otros sus funciones de gobernante y por supuesto el papel de líder militar. La vocación castrense fue a partir de aquí abandonada por los reyes, con una excepción, tan solo el primer Borbón recuperaría nuevamente este camino, en la misma necesidad de alcanzar prestigio y reputación ante sus nuevos súbditos, solo cuando se estaba jugando su propia corona, pero esto ya es otra historia.

La mayoría de la historiografía que ha estudiado San Quintín, se ha centrado en la épica de los acontecimientos, su germen son los hechos gloriosos procedentes de la documentación diplomática relevante y las descripciones de los cronistas de la época. A pesar de estos intentos de situar y describir la campaña de San Quintín, las fuentes más cercanas no han sido estudiadas nunca a fondo. Estamos hablando de la documentación custodiada en el Archivo General de Simancas que contiene las cartas procedentes del diario entre el rey y el duque de  Saboya durante toda la intervención militar. Un diario que se establece en forma de instrucciones, desacuerdos o profundas confesiones entre el capitán general Felipe II y el comandante respectivo del evento, el duque de Saboya.
Todo sucede cuando se encontraban en el epicentro de la acción, que era la guerra en sí misma.  Unos comunicados que sorprenden a veces por la claridad en las respuestas de algunas incógnitas malinterpretadas durante años. Aquellas eran las viejas argumentaciones que  nacieron en  base a una historiografía que a su vez se alimentó de la anterior y ésta a su vez de cronistas o fuentes diplomáticas de renombre, sin tener en cuenta estas fuentes más directas.

El presente epistolario elimina sin buscarlo parte de la leyenda negra de Felipe II, en base a la correspondencia de los dos personajes principales de aquel suceso. Son los testimonios de  primera mano que todo historiador espera encontrar algún día para poder llegar a interpretaciones más válidas. La metodología empleada hacía necesaria la transcripción completa de este diario, de todas y cada una de las cartas, contrastándolas con las fuentes más clásicas junto con otros conjuntos documentales también custodiados en. Todavía se ha podido llegar a más con un método novedoso, comparando estas fuentes con fuentes iconográficas de primera mano que surgieron para describir y conmemorar el suceso. Lo que conjuntamente con  la lectura completa y continuada de este diario, nos permite sacar conclusiones de los aciertos y de los errores en el ámbito de las decisiones fundamentales que se tomaron en plena guerra durante aquellos días.

La correspondencia que ha llegado hasta nuestros días, nos permite reconstruir a grandes rasgos y por primera vez toda una campaña militar de la Edad Moderna. Unas cartas excepcionales con las que alcanzamos cierta solidez para abordar  las incógnitas principales derivadas de esta guerra, y sobre todo responde a las razones que motivaron las propias acciones personales de Felipe II, decisiones del rey que condicionaron el desarrollo de toda una intervención militar.